Desde que era niño, en su casa sonaba
la marimba. Y eso era ya algo insólito, porque el papá de era indígena y
no tenía un acercamiento directo con la herencia de la marimba de chonta, de
origen afrocolombiano. Pero el amor del papá de Baudilio por la música era tan
grande, que su hijo se acercó a ella a los 8 años. Y su mamá, una
afrodescendiente, contribuyó a reafirmar el amor por la música del joven
nacido en las orillas del río Rasposo, donde nadie sabía leer, pero las
canciones se cantaban a la luz de la luna para alegrar las noches.
Desde que tuve conocimiento tuve una marimba
conmigo. Mucha gente se admira de que un zambo como yo hubiera aprendido a
tocarla, pero para mi fue emocionante adquirir el conocimiento de mi papá.
Cuando él se iba al río Rasposo a pescar, yo me quedaba cuidando la marimba y
la ejecutaba. Mi papá ni siquiera se daba cuenta de que yo aprendía más de lo
que él me enseñaba”. Y así era. Durante más de ocho horas, Baudilio practicaba
y llegó a dominar a tal grado el instrumento que participó en las fiestas de
los corregimientos cercanos, a los que llegaba luego de cruzar los ríos a remo.
Su papá le prestaba la marimba.
Pero las travesías más largas eran las que hacía
hasta Buenaventura, a la que llegaba tras doce horas a canalete. Salía de
Rasposo de noche y amanecía subiendo por la bocana. Los sábados participaba en
presentaciones en una cantina en Viento Libre y en Cinco Bocas participaba
todos los sábados con marimba y bombos. En realidad, Baudilio viajaba a ver
tocar a otros grandes maestros y a aprender de ellos nuevas técnicas para
interpretar la marimba. Veía tocar y aprendía. “Lo hacía porque le tenía mucho
amor al instrumento”, confiesa. De esas largas excursiones a canalete pasó a
participar en grupos y en bandas de folclor. Y aprendió él mismo a hacer
marimbas de 8 a 10 latas, con el padre Miguel Ángel Mejía, para mandarlas a
África y España. Desde entonces se consagró a ese oficio, tanto así que cuando
tuvo su primer hijo le fabricó una marimba.
Ahora, a sus 63 años, Baudilio Cuama siente que el
panorama ha cambiado y que la música del Pacífico ha tomado fuerza. Dedicado al
oficio de luthier o hacedor de instrumentos musicales, está capacitando a los
muchachos más jóvenes en el oficio. Ellos fueron los más entusiastas a la hora
de votar por su gran maestro. De hecho, cuando Cuama pasó por la Casa de la
Cultura como director del grupo musical durante once años, dejó en el lugar una
huella profunda en los muchachos que llegaban a aprender.
Así lo hizo con su familia. “Mi legado musical ha
sido grande. Levanté a nueve muchachos y todos cantaban. A dos de mis hijos los
mataron. Ellos ganaron el Petronio Álvarez. Otros, por la situación de
Buenaventura, se fueron. Igual, todos tocan o cantan”, explica.
Ahora, Cuama está más vinculado que antes a la
música del Pacífico. Montó un taller de instrumentos de marimba, bombos y
cununos, y fabrica marimbas tradicionales y afinadas, que está vendiendo a
grupos de Bogotá.
Y sigue tocando en las fiestas y componiendo
canciones de cualquier tema. “Escribo de lo que veo, de lo que vivo, del mar,
las olas, el baile, la jaiba, el pescado, la comida que me como. Trabajo con
todo lo que se mueve”. Y recuerda que para aprender a tocar marimba, su papá le
dijo que tenía que entrevistarse con un duende. En la noche soñó que subía a su
casa, cogía la marimba y comenzaba a tocar. Cuando despertó, Baudilio comenzó a
tocar lo que había visto en los sueños. Y cantó: “Me fui para el monte a coger
maíz / y cuando venía fue que me perdí. / Sería ese duende que mí / me invitaba
a tocar marimba, cununo y guasá. Marimba de chonta fue declarada por la
Unesco en el año 2009, como Patrimonio Cultural de la Humanidad,Tomado de
la ágina Mincultura. Personaje No. 131.
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